El sistema de marketing estimula un interés excesivo en las posesiones materiales. Se juzga a la gente por lo que tiene, no por lo que es.
No se considera que una persona sea exitosa si no posee una casa grande, dos coches y lo último en aparatos electrónicos. Esta búsqueda de riqueza y posesiones alcanzo alturas sin precedente en los ochenta.
Los críticos no consideran que ese interés en las cosas materiales sea un estado mental natural, sino que se basa en falsos deseos creados por el marketing.
Los negocios contratan agencias publicitarias para estimular los deseos de la gente en tener cosas, y los publicistas utilizan medios masivos para crear modelos materialistas de la buena vida.
Se ha acusado a los negocios de excederse en la venta de bienes privados, a expensas de los bienes públicos.
Nuestros sentidos están sometidos a un asalto continuo por parte de la publicidad. Comerciales interrumpen programas serios; páginas de anuncios dificultan encontrar textos de interés; vallas publicitarias estropean el paisaje.
Estas interrupciones contaminan constantemente la mente de las personas con mensajes de materialismo, poder o estatus.
Los mercadólogos responden a las acusaciones de «ruido comercial» con varios argumentos.
Sus esperanzas son que anuncios lleguen primordialmente al público meta.
La fuente: Gestiopolis