Hasta hace poco tiempo acumulábamos ciertos objetos que nos acompañaron antaño en nuestra vida cotidiana, como pueden ser una colección de casetes, o vinilos que casi en un abrir y cerrar de ojos se han convertido en objetos obsoletos y sin ningún valor que no sea el sentimental.
A día de hoy parece innecesario tener esa colección de películas cuando lo más sencillo resulta usar alguna plataforma de transmisión como puede ser Spotify o Netflix
Ese modelo basado en la suscripción se está extendiendo a otros sectores, como por ejemplo en el campo de la telefonía móvil, donde alquilar un teléfono es posible y al devolverlo se pueda obtener un cambio o descuento al adquirir uno nuevo, o bien en el campo informático, o de los tan novedosos patinetes de motor o motos eléctricas donde se estila cada vez más el renting.
En un estudio reciente realizado por MaaSLab ( laboratorio de movilidad como servicio) del University College London, se demuestra que el formato suscripción es cada vez más usado, y que la gente joven cada vez prefiere más una aplicación que le ofrezca una combinación de fácil acceso al transporte público, en lugar de disponer de su propio vehículo.
En el campo de la electrónica se ha avanzado mucho en este aspecto, donde cada vez es más sencillo encontrar situaciones en las que se ha pasado de vender hardware y software a ofrecer plataformas de servicio donde las empresas pueden obtener las herramientas necesarias para sus transacciones.
En estas “oficinas” se aporta de igual manera soporte técnico y actualizaciones, motivación que resulta especialmente atractiva para las pequeñas y medianas empresas donde es difícil mantener un departamento de tecnología de la información interno.
Algunos ejemplos pueden ser Salesforce, Amazon Web Services, Microsoft Azure o Google Workspace.
A partir de este punto, las marcas deben ser conscientes de lo que este cambio va a significar en los próximos años. Ello implica, empezar a pensar de forma innovadora y ofrecer valor al cliente. Algunas de las prácticas apuntan a que el camino será estar más abiertos a colaboraciones y paquetes con otras marcas y servicios.
Un ejemplo bastante conocido pero no tan tecnológico son las oficinas de coworking que, además del espacio, ofrecen toda una serie de servicios complementarios, desde el lógico e imprescindible servicio de internet, hasta charlas, eventos de networking y asesoría jurídica.
Los datos que se obtienen son fundamentales, y lo podemos comprobar en plataformas como son Netflix, HBO o Spotify, donde los datos recopilados de estos servicios nos hacen recomendaciones basadas en nuestros comportamientos anteriores para que descubramos cosas nuevas con una mayor probabilidad de que nos gusten.
Sin lugar a dudas, este modelo se impondrá en todos los ámbitos que favorece a los suscriptores y a los mismos proveedores de servicios, con lo que el Life as service sustituirá paulatinamente las pautas vinculadas al consumo tradicional.
Fuente: Fundación Bankinter