Históricamente el siglo XIX supuso una época vinculada al progreso y los avances en tecnología, que contribuyeron activamente para favorecer la reconversión a un mundo global.
Un claro ejemplo de este fenómeno de avanzar hacia un mundo global, fueron las exposiciones universales, que dieron muestras de los avances en la industria de la locomoción, automóviles, telegrafía o la electricidad, el avance del capitalismo global, el progreso científico y a nivel político el nacionalismo y el imperialismo colonial.
Para el mundo occidental sirvieron claramente para avanzar hacia una nueva modernidad mostrando en las exposiciones todo lo vinculado a los conceptos anteriores además de otros como la revolución urbanística, el fenómeno de masas, y el intercambio de ideas entre personas de todo el mundo, algo hasta ahora no conocido.
La época dorada de las exposiciones universales fue entre la primera, la exposición inaugural de Londres, celebrada en 1851 y la de París, pasando entre ellas más de treinta exposiciones a cual más espectacular.
La exposición de Londres se considera el inicio de la era del turismo moderno dado que se organizaron los primeros paquetes de viaje con alojamiento, no solo abrió la veda en cuanto a espectacularidad, también con el nacimiento de esas macro exposiciones, comenzó una ardua competición entre las economías más avanzadas con la finalidad de presentar las mejores y mayores novedades tecnológicas, y también los movimientos interclasistas, pese a la negativa de las élites, al buscar la mayor participación posible, se abarató el coste de la entrada, haciendo partícipe a las clases más populares de la época.
En las exposiciones de esta era industrial fueron presentados proyectos de personajes tan conocidos como Alexander Graham Bell, Thomas Alva Edison o los hermanos Lumière, pero también, como decíamos anteriormente, la política siempre estaba presente en cualquier edición de la exposición.
Históricamente, la edición celebrada en París en el año 1900 fue el culmen de las exposiciones, con ochenta mil expositores y más de cincuenta millones de visitantes, pulverizó records, pero también ahí comenzó la decadencia de esa época dorada y con ello, la restructuración a la hora de determinar qué era más importante presentar en estas exposiciones, pasando a convertirse en algo con una vertiente más lúdica y enfocado a temas puramente de comunicación y de ocio.
La inmensa mayoría de las construcciones que se llevan a cabo para celebrar las exposiciones universales, son de carácter temporal, y se suelen desmontar en los meses siguientes al fin de la exposición. Pero hay alguna estructuras que afortunadamente se conservan y o bien permanecen en su lugar original, o son reubicadas, como es el caso de la Torre Eiffel de París, que claramente es el símbolo de la ciudad y preside la misma tras la exposición celebrada en la ciudad en el año 1889.
Fuente: La Vanguardia