Muchos viajeros cruzan fronteras en busca de nuevos sabores, y el queso español es una parada obligatoria en ese viaje sensorial. Por eso, te proponemos un recorrido irresistible: una travesía por los cuatro quesos más emblemáticos de España, una ruta para saborear lo mejor de nuestra herencia láctea.
1. Cabrales: el alma azul de los Picos de Europa
Intenso, inconfundible y con carácter. Así es el queso Cabrales, una joya de los quesos azules que no deja indiferente a nadie. Su aroma penetrante y su sabor profundo lo convierten en un manjar para los paladares más atrevidos. Con Denominación de Origen desde 1981, este queso se elabora en la vertiente asturiana de los Picos de Europa, donde los artesanos aún utilizan cuevas naturales en la montaña para madurar cada pieza con mimo y paciencia.
Su historia se remonta a los días en que los pastores pasaban largas temporadas en los pastos de altura, aprovechando la leche de sus rebaños mientras la nieve lo permitía. En ese entorno agreste, el queso se convirtió en la mejor forma de conservar la leche durante meses.
2. Torta del Casar: el corazón fundente de Extremadura
En el corazón de Extremadura nace una de las joyas más cremosas de la gastronomía española: la Torta del Casar. Este queso, elaborado con leche cruda de oveja merina y entrefina, es famoso por su textura untuosa y su sabor intenso, ligeramente amargo, que conquista a quien se atreve a probarlo.
Su nombre proviene del municipio de Casar de Cáceres, aunque su producción se extiende por varias comarcas extremeñas. Lo que lo hace único es su cuajo vegetal, extraído de la flor del cardo, que le da esa textura casi líquida en el interior y ese sabor tan característico.
3. Idiazábal: tradición ahumada entre montañas vascas y navarras
En las verdes laderas de Navarra y Euskadi nace un queso con alma de montaña: el Idiazábal. Elaborado con leche cruda de oveja latxa o carranzana, este queso de sabor firme y ligeramente ahumado es un homenaje a la tradición pastoril del norte peninsular.
Su textura compacta y su aroma profundo lo convierten en un imprescindible de la gastronomía vasco-navarra. Aunque puede encontrarse sin ahumar, el toque de humo —herencia de los antiguos métodos de conservación— le aporta una personalidad única que lo distingue entre los quesos curados.
El Idiazábal se disfruta mejor acompañado de un buen vino tinto con cuerpo o incluso de un txakoli fresco, que realza sus matices sin eclipsarlos. Es un queso que invita a la conversación, al disfrute pausado y al descubrimiento de una cultura que respeta la tierra y sus sabores.
4. Mahón: el sabor del Mediterráneo en forma de queso
Desde la isla de Menorca, bañada por el sol y el mar, llega el queso Mahón, una delicia con carácter propio y sabor inconfundible. Elaborado con leche de vaca, este queso menorquín puede encontrarse en distintas curaciones, desde el tierno y suave hasta el curado, de textura firme y sabor más intenso.
Su forma cuadrada y sus bordes redondeados lo hacen fácilmente reconocible, al igual que su corteza anaranjada, fruto del tradicional frotado con aceite y pimentón. El Mahón es un queso que huele a campo, a brisa marina y a siglos de tradición quesera.
Perfecto para degustar solo, con un poco de aceite de oliva virgen extra, o acompañado de un vino blanco menorquín, este queso es una parada obligatoria para quienes buscan saborear la esencia del Mediterráneo.
No es solo comer, es saborear cultura.
Fuente: msn